En la actualidad, la sociedad del consumo globalizado progresa a un ritmo acelerado. A medida que la humanidad avanza, las tecnologías también avanzan, creando escenarios innovadores y más cómodos para el desarrollo en un contexto cultural. Es importante reconocer que todo progreso o innovación conlleva gradualmente un impacto en la vida humana, ya sea de manera gradual o drástica. En este sentido, aspectos cruciales de la vida en sociedad y del individuo, como la salud mental y física, no están exentos de esta norma científica.
Es fundamental destacar la relevancia de la salud mental y física en este escenario. Como bien subraya la Organización Mundial de la Salud (OMS), “no hay salud sin salud mental”. Esta declaración resalta la interdependencia entre la salud física y mental, subrayando que ambas son fundamentales para el bienestar integral de las personas. En un mundo en constante evolución, donde las tecnologías y la sociedad prosperan rápidamente, es esencial que no se descuiden estos aspectos críticos de la salud, asegurando así un futuro más sano y equitativo para todos.
Para citar algunos datos:
- Alrededor del 40 % de todas las horas laborales podrían verse impactadas por los nuevos modelos lingüísticos de inteligencias artificiales (IA´s), como lo son bard, chatgpt-4, entre otros, de acuerdo con un informe de Accenture citado por el Foro Económico Mundial.
- En el informe sobre el futuro del empleo 2023 del Foro Económico Mundial, el pronóstico es atrayente, puesto que muchas tareas de carácter operativo, como funciones de oficina o secretaría, disminuirán rápidamente a razón de las IA´s.
- Lo esperado es que emerjan cargos de especialistas en IA y aprendizaje automático, analistas y científicos de datos y los expertos en transformación digital serán los cargos de rápido crecimiento por la demanda del mercado.
Indudablemente, la automatización se ha consolidado como una herramienta fundamental en el desarrollo de las organizaciones, desempeñando un papel crucial en la formulación de perspectivas estratégicas más sólidas para las compañías. Además, contribuye significativamente a mejorar la capacitación de los colaboradores, preparándolos para hacer frente a las cambiantes demandas de un mercado en constante crecimiento.
No obstante, en medio de este avance tecnológico, no se pueden pasar por alto los riesgos inminentes que pueden surgir debido al uso constante y persistente de tecnologías y modelos de inteligencia artificial. A pesar de que algunos de estos riesgos son conocidos, su mitigación y reducción de impacto en la salud física y mental de las personas a menudo se ha pospuesto. Para avanzar en este debate sobre tecnología y su impacto en la salud, es necesario comenzar con una definición clara del estrés.
El estrés se puede entender como una respuesta adaptativa inherente a las demandas del entorno. Esta perspectiva permite comprender que, en sí mismo, el estrés no es perjudicial, a pesar de la tendencia común de estigmatizar esta reacción natural en las comunidades. De hecho, el estrés es una herramienta que permite a las personas hacer frente a las exigencias del entorno que las rodea. Sin embargo, la problemática surge cuando este estado de alerta y activación persiste en el tiempo, lo que puede tener un impacto negativo en la salud, el bienestar personal, laboral y social de aquellos que lo experimentan.
Según Selye (1956), podemos distinguir entre dos tipos de estrés: el eustrés o “buen estrés” y el distrés o “mal estrés”, que pueden brotar en respuesta a diferentes estímulos que afectan a la persona. Por lo tanto, es válido afirmar que el estrés continuo y constante tiene el potencial de afectar negativamente la salud en un amplio espectro.
En este tejido de rápida evolución tecnológica y cambios firmes en el entorno laboral y social, es imperativo abordar los riesgos del estrés crónico relacionados con la automatización y la tecnología de manera proactiva, implementando estrategias que promuevan un equilibrio saludable entre el avance tecnológico y el bienestar humano.
De acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los trastornos mentales cuestan a la economía mundial entre 2,5 y 8,5 billones de dólares en pérdidas de productividad anuales, cifra sin duda relevante, y que, en consonancia con el Tecnológico de Monterrey, cuando se produce exceso de cortisol por estrés se afectan procesos como la toma de decisiones, aprender y recordar, lo anterior mencionado en su estudio sobre los beneficios económicos de tener un cerebro feliz.
En última instancia, el ciberestrés se manifiesta como una transición de este estado de alerta hacia entornos digitales, caracterizados por una hiperconexión a dispositivos móviles, pantallas y aplicaciones. Esta conexión puede resultar tanto de necesidades laborales como de preferencias personales, y puede dar lugar a la adopción de comportamientos difíciles de controlar o adictivos. Ejemplos de esto incluyen la nomofobia, definida como el temor a estar sin el teléfono móvil, o el síndrome del túnel carpiano, una afección física que afecta la muñeca y puede causar dolor y entumecimiento. Asimismo, la exposición constante a pantallas puede dar lugar a problemas visuales o dificultades para conciliar el sueño, debido a la estimulación cerebral inducida por la luz de los dispositivos, el sedentarismo que conduce al sobrepeso u obesidad, y problemas circulatorios o incluso diabetes.
A nivel físico, pasar largas horas en una posición estática puede repercutir en lesiones o afecciones cervicales debido a una mala postura. Al mismo tiempo, a nivel neurológico, puede dar lugar a migrañas y, en casos graves, epilepsia. En el caso de los niños, el uso excesivo de pantallas puede afectar negativamente la capacidad de concentración, el aprendizaje, la empatía y la gestión de la frustración, según datos de UNICEF, ya que puede alterar la estructura cerebral.
En resumen, el ciberestrés conlleva numerosas consecuencias para la salud física y mental, lo que requiere un estudio detenido y un enfoque integral. En el contexto de las buenas prácticas empresariales, es crucial abordar este problema, considerando medidas como el derecho a la desconexión laboral, entrenamiento en habilidades sociales y de resolución de conflictos, tolerancia a la frustración, técnicas de respiración, la implementación de pausas activas y la promoción de la gimnasia cognitiva. Además, se debe monitorear de manera continua el tiempo de conexión a dispositivos y tomar medidas cuidadosas si su uso es constante. Es esencial buscar ayuda de un profesional de la salud mental si se observa un comportamiento crónico y debilitante. Statista ha informado que a nivel global existen más de 8 mil millones de teléfonos inteligentes, superando incluso la población humana en el planeta. Por tanto, las organizaciones deben impulsar estrategias que fomenten la salud.
Es necesario reconocer que la salud es uno de los activos más valiosos de los seres humanos. Se debe reflexionar sobre estas preguntas ¿cuánto tiempo invertimos en el uso de dispositivos móviles y aplicaciones?, y ¿cómo esto afecta nuestra salud? Sin este ejercicio de autoevaluación y conocimiento personal, el camino hacia una salud óptima seguirá siendo lento y lleno de desafíos.
Referencias:
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Por: Erik Fabian Rico Castillo, Profesor Tiempo Completo del programa de Psicología Virtual y Líder del Centro de Pensamiento Talento Humano y Organizaciones Saludables – Politécnico Grancolombiano. LinkedIn. www.linkedin.com/in/erik-fabian-rico-castillo-a5b69b94
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